Partiendo de la base que cada niño o niña tiene su propio ritmo de maduración, desarrollo y aprendizaje, la educación, a estas edades especialmente, debe ser personalizada, desarrollándose en la medida de sus capacidades y potencialidades y no en la medida de lo que el adulto espera de él. Prestando apoyo y ayuda individualizada según las necesidades de cada uno, adaptando continuamente nuestras programaciones y, así, dar respuesta a dichas necesidades.

Respetar de la misma forma el paso de gigante del niño rápido o niña rápida que el paso pequeño del niño más lento o niña mas lenta.